“Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden.
Si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría…
Si puedes soñar y no dejar que tus sueños te dominen.
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu objetivo.
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar escuchar la verdad que nos es tergiversada por bribones,
o contemplar destrozadas las cosas por las que habías dedicado tu vida,
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas.
Si puedes hacer un trato con todos tus triunfos,
y arriesgarlo todo a una carta, y perder,
y comenzar de nuevo por el principio,
y no dejar escapar una palabra sobre tu pérdida.
Y si puedes obligar a tu corazón,
a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino,
mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto tu voluntad que les dice que continuen adelante.
Si puedes hablar con la multitud y preservar la virtud,
o andar entre reyes y no cambiar tu manera de ser.
Si ni los enemigos ni los amigos pueden hacerte daño.
Si todos los hombres cuentan contigo por bueno…pero no demasiado.
Si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo
una distancia que valga sesenta segundos…
Tuya es la tierra y todo los que hay en ella,
y lo que es más importante… serás un hombre, hijo mío.”
Joseph Rudyard Kipling (Bombay 1865 - Londres 1936)
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